El origen del Black Friday como jornada de compras tiene su origen en Estados Unidos.
El viernes siguiente al día de Acción de Gracias, los minoristas norteamericanos lanzaban importantes descuentos para incentivar las compras navideñas y de paso, quitarse de en medio stock sobrante de pasadas temporadas a precios tentadores.
El comerciante liberaba sus estanterías y el consumidor que no podía permitirse determinado artículo a «full price», tenía la posibilidad de comprarlo al 70%, siempre y cuando no le importara que dicho artículo no fuese el último modelo.
Tantos empezaron a querer comprar al 70%, que ese día el ritmo y el tráfico en las ciudades norteamericanas se tornaban caóticos. De ahí que la policía de Filadelfia allá por los años 50 definiera el famoso viernes post Acción de Gracias como black.
Década y media después, el New York Times se hizo eco del acontecimiento y recuperó en sus titulares el término black para referirse precisamente al desordenado bullicio en que se veía sumida la ciudad, debido a las hordas de gente que llegaban al olor de las ofertas del popular Friday. El día quedó bautizado oficialmente.
Es curioso ver cómo ya desde sus inicios, ha sido una jornada black para algunos, y gold o verde dólar para otros.
La tradición se mantuvo y el nombre también. Con los años se ha exportado al resto del mundo, aunque en muchos países ni si quiera celebremos -todavía- Acción de Gracias.
Sin embargo, el contexto actual dista mucho del que era cuando surgió la iniciativa.
En un mundo globalizado donde la posibilidad de compra y acceso a ofertas es constante y a un ritmo de 24/7, no parece tener mucha cabida un día que se promociona como el de ahora o nunca.
Si en origen parecía ser una estrategia win-win donde los comerciantes liberaban su almacén del coste soportado por los enseres no vendidos, y los bolsillos más ajustados encontraban la ocasión para hacerse con ciertos artículos, hoy por hoy el win se queda sólo en una de las partes y el objetivo del día no es otro que minimizar los costes de producción. El beneficio ya se gestó meses atrás al cerrar las órdenes de compra.
El tablero de juego ha cambiado y no son los minoristas los que dirigen la partida, sino los mayoristas y grandes fabricantes.
La existencia de un día donde se revientan los precios responde a una dinámica de sobreproducción para abaratar los costes. Al producir más cantidades el coste por unidad se reduce. Los márgenes de beneficio/unidad se incrementan y aquellos artículos fabricados de más -por encima de lo que recomienda el histórico de ventas- se destinan a campañas como el black friday, cybermonday o similares.
Para minoristas, negocios locales, pequeñas marcas y proyectos emprendedores que no compiten por precio sino por calidad y diseño, este tipo de prácticas no les favorecen.
¿Beneficio para el consumidor? lo pongo en duda.
No hay que ser un lince para darse cuenta que el precio ganga es el gancho para el artículo que mantiene su precio incluso en black friday. Que, ¡oh casualidad! es justo el que quieres. Te venden la ilusión -y la compras- que si haces click hoy te llevas 2×1. Tu objeto de deseo a PVP regular, y otro al 60%.
¿Que te parece? Has gastado presupuesto y medio más del que considerabas y tienes un chisme nuevo que no necesitas y que posiblemente no lo vas a usar. Eso sí, al 60%.
Comprar por el mero hecho de que es barato, no es un gran beneficio.
Lamentamos ver la Gran Vía de Madrid plagada de franquicias y nos da pena ver cómo esa tiendita con encanto del barrio echa el cierre y cuelga el cartel “liquidación por cese de negocio” pero al mismo tiempo las cifras revelan otra cosa. El gasto medio de los españoles en black friday de 2021 fue de 300€. ¿Bolsillos ajustados o consumismo compulsivo?
Desde la plataforma Slow Fashion Next se ha lanzado la iniciativa “yocomproyodecido” como reclamo a un consumo más responsable. OtiJane participa en esta campaña. Tú también puedes participar siguiéndonos en redes y compartiendo las publicaciones estos días.
Feliz semana y feliz próximo viernes (sin black).